miércoles, 14 de octubre de 2009

Foto Martín Borrero


Ave en el Desierto de la Tatacoa, Villavieja, Huila

Algo debe estar pasando en el Huila

Betuel Bonilla Rojas
Nuevamente, hacia fines de octubre, la palabra será la protagonista en Neiva. Quedaron listos los acuerdos entre el Ministerio de Cultura, la Secretaría de Cultura del Huila, la Secretaría de Cultura de Neiva, el Banco de la República y la Universidad Surcolombiana. Por esa fecha la literatura se tomará las instituciones culturales, las bibliotecas y varios colegios, con el fin de fomentar la lectura y propiciar un encuentro directo entre los escritores y los jóvenes estudiantes de la ciudad. En esta ocasión las homenajeadas serán las mujeres, entre ellas Pilar Quintana, Yolanda Reyes, Luisa Noguera, Laura Restrepo y Pilar Lozano. Alrededor de ellas estarán todos los escritores de la región, que ya llegan a los setenta. Hay buena cosecha literaria en nuestra tierra, y eso hay que aprovecharlo. Hace poco, junto a Esmir Garcés, representamos al Huila en el festival literario Ibagué en Flor, en un merecido homenaje a Benhur Sánchez Suárez. A partir del 16 de octubre arranca también otra fiesta de la palabra en Pitalito, liderada por el escritor Leonel Ramírez. Hace mucho rato no teníamos tantas noticias bunas en materia cultural. Algo debe estar pasando en el Huila.

Foto Martín Borrero

Ave en el Desierto de la Tatacoa, Villavieja, Huila

lunes, 5 de octubre de 2009

Hijos

Betuel Bonilla Rojas
No podemos evitarlo. Es algo que supera nuestra razón, nuestra necesidad de reposo. Un día estamos dormidos y despertamos sobresaltados. Vamos hasta su cuarto y allí están, descansando, apaciblemente puestas sus cabezas sobre la almohada. Encendemos la luz y miramos que todo esté bien: el mosquitero templado, cubriéndolos de pies a cabeza; ningún zancudo zumbando; que los brazos no se les descuelguen de las camas; que la cabeza esté bien acomodada; que puedan respirar. Luego nos vamos, procurando no hacer ruido, y una hora más tarde estamos de vuelta, repitiendo la faena con enfermiza obstinación. Cuando nos marchamos, cada vez, sonreímos en la soledad y dormimos satisfechos por el deber cumplido. Cualquier otro día volvemos a despertarnos, bocarriba y con los brazos en cruz sobre el pecho, presionándolo. Llamamos a nuestros hijos y les preguntamos que si todo va bien. Nos contestan que sí, que todo bien, que uno está en el colegio, como de costumbre, y el otro en la universidad, en su rutina de parciales, diálogos de pasillo y nuevos amigos. No hay nada anormal en sus voces, nada que presagie un decaimiento, una enfermedad, una melancolía. Insisten en que están bien, con sus amigos, con su fútbol, con las mujeres que ya empiezan a despertarles la atención. Después de tres llamadas nos contestan con voz seca, grave, y sabemos que nos hemos excedido, que tanto cuidado termina por cansarlos. Intentamos volver a preguntar pero pensamos en el pudor, en las nostalgias de los mayores.
Son nuestros hijos, nuestras preocupaciones, nuestras alegrías, nuestras esperanzas. A veces no resultan ser como queríamos; sin embargo, aun con todos sus pequeños defectos, siguen siendo perfectos, maravillosos (la genética se suele dar sus caprichos); a veces, también, no somos lo que ellos querían (el azar se suele dar sus caprichos). Tal vez olvidamos patear un balón en su compañía, o salir a pasear en bicicleta, o atender sus insinuaciones de aquellos que requieren con urgencia hablar de la muchachita de ojos verdes que les quita el sueño. Andamos ocupados en nuestras insulsas diligencias de adultos desprovistos de sonrisa. Todo queda aplazado para mañana, para la otra semana, para el otro mes. Y ellos, como jóvenes que son, viven instalados en el presente, un presente que para nosotros es efímero pasado.
Queremos que sean grandes, que nos superen con creces. Animamos sus talentos y son nuestro orgullo, nuestra vida.

viernes, 2 de octubre de 2009

El espíritu de una ciudad

Betuel Bonilla Rojas
De nada sirve transformar estructuralmente una ciudad si sus habitantes siguen igual, si los espíritus que la recorren no crecen como lo hacen sus calles, sus edificios y sus andenes. Quienes viven en Bogotá reconocen que ese cambio duró años, que fue un proceso no de una administración, sino de un plan a largo plazo, sin la envidia y la vanidad de los gobernantes. Castro le dejó tareas a Mockus, y éste a Peñaloza, y así sigue, con Samuel acabando lo que otros empezaron. Lo mismo dicen los nariñenses, y en especial los pastusos, que son otros después de Navarro y de Parmenio Cuéllar, que sienten la ciudad más suya y que les duele verla fea, sucia. De Neiva se puede decir que se ha transformado, que hay más cemento, menos zonas verdes, pero el ser huilense, el neivano, sigue sin transformarse, sin asumir como propios los cambios del lugar en el que vive. Nuestros gobernantes quieren pegar el primer ladrillo de la obra y cortar la cinta de la inauguración. No piensan tanto en la ciudad, en programas a gran escala, sino en sembrar placas en monumentos sin sentido, diseñados casi siempre para pagar costosos favores políticos. Pero el trabajo espiritual, el de base, no se ha hecho. Cuando tengamos gobernantes cultos, conscientes de lo importante que es el trabajo espiritual de un pueblo, quizás los neivanos cambiemos. Mientras tanto pongamos más placas, sigamos cortando más cintas. En el fondo Neiva seguirá igual.

Un sueño imposible

Betuel Bonilla Rojas
Borges pronosticaba que algún día mereceremos que no haya gobiernos. Y esto, aunque es cada vez más lejano, se hace más necesario. Y es que produce rabia, o risa, saber lo que ocurre con nuestros políticos gobernantes. Hay por ejemplo, como de caricatura, concejales que dan grima, que viéndolos de cerca se nota a leguas que deben logros de la primaria. Hay diputados que parecen haber sido extraídos, por lo cínicos, de eso que el propio Borges llamó la “Historia universal de la infamia”. Hay secretarios de despacho puestos en sus cargos a ganar sueldos, casi sin hacer nada, manipulados a su antojo por funcionarios mañosos y plagados de vicios. Y eso, lo sabemos, es impuesto por quienes pagan las campañas. Hay alcaldes que todas las noches tienen pesadillas con monstruos que los amenazan para que devuelvan rápido lo invertido por otros. Cuando se despiertan la deuda sigue creciendo. Hay gobernadores que llegan a su despacho, desconcertados, sin saber qué es eso de gobernar a un departamento. Estamos en sus manos, cada día más apabullados, y parece que Borges no tendrá la razón. De todas maneras en mis sueños los políticos siempre lloran, devuelven lo que se roban, aunque las noticias, al despertar, me recuerdan que eso no parece posible. Pero los políticos no pueden impedirme que siga soñando.

Las veleidades de los artistas

Betuel Bonilla Rojas
Desde tiempos remotos los artistas, asumidos como intelectuales, han sido la conciencia crítica de los políticos, de ésos que dirigen sin necesidad de pensar mucho. Es normal que ellos opinen en los periódicos, cuando los periódicos son decentes y dejan opinar. Así ocurre todavía en El país, de España; en La Nación, de Buenos Aires; o en Le monde diplomatique, en Francia. Y esas opiniones le dan carácter y personalidad al periódico, hacen que los lectores confíen en lo que allí se dice. Un periódico lleno de políticos y personajes de la farándula local opinando pertenece al orden de la comedia, como dijo Nietzsche. Por eso no es tan conveniente que los artistas les celebren los cumpleaños a los políticos, o los abracen en público, o les acepten favores y nombramientos. Cuando haya que denunciarlos esto parecerá una deslealtad, una traición. En Neiva y el Huila es costumbre ver a los artistas de la mano del poder, lanzándole loas para después cobrar por ventanilla. Y llega a tanto el cinismo que en una pareja de artistas el esposo hace campaña por un bando, y la esposa por el otro, por si las moscas. También es costumbre que artistas que se volvieron famosos a las malas se van de la ciudad y envían cartas desde el mar pidiendo pasajes a lugares exóticos, o compras millonarias de libros que de otro modo no se venderían. Adhieren públicamente a los liberales, por ejemplo, y luego negocian con los conservadores, otro ejemplo, y suponen que los políticos no tienen memoria. Y si el negocio no sale para eso están los senadores amigos, ésos que reconocen públicamente contar con cuotas fijas en los gobiernos. Uno sabe que los políticos no tienen escrúpulos, pero memoria sí tienen, y mucha, y de un solo color.

Bienvenido, Germán

Betuel Bonilla Rojas
Recuerdo a Germán Darío Perdomo por las calles de Neiva, pidiendo monedas de mesa en mesa, siendo despreciado por muchos de quienes habían sido sus amigos. Decían que en otra época su voz retumbaba en las emisoras locales, que había alcanzado a ser un hombre feliz en la radio. De pronto cayó en desgracia y, como ocurre en estos casos, muchos le dieron la espalda. Luego se perdió por un buen tiempo y corrieron pésimas noticias sobre su suerte. Por fortuna, eran sólo eso, noticias extraviadas de personas que no conocían su nuevo rumbo. Mientras esto ocurría, Germán, motivado por su familia, se recuperaba en una clínica y salía con fortaleza de su adicción a las drogas. Ahora tampoco lo he visto, pero las buenas fuentes dicen que anda con garbo por la calle, que las drogas son cosa del pasado y que su voz ha vuelto a retomar la potencia que la caracterizaba. Dicen que tiene trabajo y que promete ayudar a los que, como él, alguna vez se quedaron solos. Bienvenido, Germán.

jueves, 1 de octubre de 2009

Los puentes abandonados

Betuel Bonilla Rojas
Antes no había puentes peatonales en Neiva y los pedíamos a gritos. Decíamos que el Gobierno Municipal era descuidado, que no le importaba nuestra seguridad como peatones. Hoy tenemos varios, no los suficientes aún, y no los usamos. Como no los usamos, en especial el que conecta con la Universidad Surcolombiana, éstos se llenan de indigentes, de basura, de residuos en descomposición. Y como están llenos de estas personas y de tanta suciedad, no los usamos. Y como no los usamos, quedan abandonados a su suerte y se van volviendo territorio de nadie. Y así el círculo se hace vicioso, infinito. Como lo que no se usa se atrofia, ése ya da pesar, lástima. Tienen razón finalmente quienes no lo usan. Ahora da miedo pasar por allí, aun en el día. Ciudad Limpia nunca cumple con su función de asear el espacio público; no hay quién controle esto, quién vele por la seguridad de los transeúntes que se suben al puente. Muy pronto ese puente se caerá a pedazos por desaseo y falta de uso. Y entonces pediremos a gritos tener un puente.

Encuentro de Escritores "Ibagué en flor". Ibagué, septiembre de 2009.

Con el escritor huilense Benhur Sánchez Suárez. Conversatorio "Cuarenta años de La solterona".

Consejo para la buena muerte

Betuel Bonilla Rojas
La publicación de un libro, cualquiera sea su nombre y su género, será siempre un motivo de celebración. En un país que privilegia los horrores de la guerra y de la corrupción, la escritura se convierte en un antídoto, una cura transitoria para los males de la realidad. Y justo en este momento celebramos la publicación de Consejo para la buena muerte, el último libro de Esmir Garcés Quiacha. Como en toda idea noble, el libro de Esmir es menos una muestra de su producción que una panorámica de la poesía colombiana. Concurren en sus páginas poetas de la región suroccidente colombiana, poetas cuyos versos pueblan la dispar geografía de este lado del país y nos muestran facetas distintas de nuestro contexto. Su libro compitió de frente en una convocatoria del Ministerio de Cultura y resultó premiado. Vale su calidad literaria, la solidez de los autores seleccionados, el tono riguroso que caracteriza la muestra. Una antología es justamente eso, una feria de los mejores, y los mejores están en este libro. El jueves 1 octubre será su lanzamiento. Ese día tendremos otros nuevos versos entre nosotros. Tendremos un nuevo aliento para seguir creyendo en nuestras bondades. Tendremos, por fortuna, poemas que nos ayudarán a descifrar el difícil camino que vivimos.

Encuentro de Escritores "Ibagué en flor". Septiembre de 2009

Con los escritores Roberto Rubiano, Eduardo Gómez, Óscar Collazos y Libardo Vargas. Conversatorio sobre Escrituras creativas.