miércoles, 10 de noviembre de 2010

Encuentro de Renata en Tunja, noviembre 4, 5 y 6

Jesús Álvarez (Renata Bucaramanga) y Betuel Bonilla


Betuel Bonilla, Henry Benjumea (Renata Villavicencio) y Jesús Álvarez (Libertad bajo palabra Bucaramanga)


Pere Antoni Pons (escritor catalán), Betuel Bonilla y Manel Dalmau (documentalista catalán)






















Visita al Colegio Güipas y Chavos

Viaje al país de Liliput
Por Betuel Bonilla Rojas

Una de las imágenes más sobrecogedoras de la literatura infantil, por llamar de alguna manera a este invento editorial, es la de Gulliver, sujeto por un coro de liliputienses con delgadas y potentes hebras. Más o menos eso sentí cuando me invitaron a la Feria Cultural y Literaria de la Institución Educativa Güipas y Chavos. Me liga a esta Institución la alegría inmensa de saber que todos los avances afectivos, espirituales e intelectuales de mi hija Gabriela proceden de allí, del rigor, del empeño y de la enjundia de unos directivos y un equipo de docentes altamente cualificados para el noble y difícil arte de educar niños.
Entonces, sin vacilarlo, acepté la solicitud de ir a dialogar. En un país en el que la intolerancia es la comidilla diaria, dialogar siempre nos hará más amigos de los otros. Pero ocurre que el diálogo con niños, como en la metáfora de la moneda que entra al océano, el rumbo de los temas es lo más inesperado. Ya ha ocurrido otras veces. Y allí estaban. Había liliputienses de a de veras, de esos que de tan pequeños parecen invisibles y que hay que buscar bajo las enaguas de las profesoras, y otros a los que se les notaba que el uniforme infantil empezaba ya a quedarles apretado.
Daba miedo. Yo era un escritor y ellos esperaban ansiosamente que ese ser que estaba próximo, sentado justo enfrente, colmara las expectativas de aquellos cuentos que tanto los habían asombrado. Tamaño reto. Mi hija Gabriela había escrito ya un bello cuento sobre gusanitos y yo sabía que detrás de ese primer experimento literario estaba la mano de una maestra que les había enseñado desde muy temprano a deleitarse con la maravilla que significa la palabra escrita.
La Directora de la Institución abrió el conversatorio con tres escritores huilenses ―no sabía si los otros dos compartían mi temor― y ya no había forma de echar marcha atrás. El escritor argentino Jorge Luis Borges afirmaba que no hay nada tan serio como los juegos de los niños, que entre ellos es donde mejor circula la fe en la ficción. Así que adelante. Las preguntas, pensaba yo, podrían oscilar entre los años que tengo y lo que me pueda imaginar estar haciendo a la edad de sesenta años. Así de cruel es la cosa. Los niños tienen la inmensa ventaja de no creer que la piedad sea algo natural al ser humano. Hacen lo que hacen y creen ciegamente que están haciendo lo mejor.
Efectivamente, en las preguntas hubo de todo. Hubo preguntas de esas que cualquier periodista audaz envidiaría, tipo: “¿En qué momento decidió escribir?”. Llevo toda mi vida pensando en esto y aún no logro aclararlo. Pero una respuesta así sonaría demasiado intelectual. No, los niños quieren oír cómo sucedió, y no necesitan disculpas. Y si a un niño no se le da lo que él quiere, patea la lonchera sin medir consecuencias y nos manda al “chiras", como decía mi abuela. No hay nada tan preocupante, pero la vez tan justo y tan sincero, como el bostezo de un niño. Inventé algo y no bostezaron. Creo, en realidad lo creo, que cuando hablé desperté algunas sonrisas. Y cuando un niño sonríe es como si el cielo se nos hubiera venido encima.
Yo también sonreí, y me sentí niño otra vez, quién lo creyera. Porque en un nombre tan bello como Güipas y Chavos lo mejor que uno puede hacer es abandonar el ridículo mundo de los adultos, ponerse el disfraz de niño y entrar en esa fiesta, en esa bella fiesta.
Mil gracias por invitarme.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Betuel Bonilla entrevista a Lauro Zavala



Lauro Zavala y Betuel Bonilla


Entrevista al escritor mexicano Lauro Zavala. Centro Cultural "Gabriel García Márquez".

Entrevista con Lauro Zavala
Por Betuel Bonilla Rojas


Octubre 10 de 2010

Si a uno le dicen que sobre las diez de la mañana va a sostener una conversación con Lauro Zavala, quizás la persona que mejor ha teorizado sobre el cuento en América Latina, y quien ha compilado casi todas las poéticas sobre el género, uno ensaya las preguntas mientras camina por la Calle 19, en el corazón de Bogotá, con el riesgo de pisar donde no debe envuelto en tales abstracciones. Pero luego aparece Lauro, en la puerta del ascensor del hotel, sonriente, con su amable y carismática esposa Elsa, y todos los ensayos pasan al olvido porque las cosas empiezan a brotar espontáneamente. Luego todo se va en preguntas y respuestas sobre México y Colombia, tan parecidos en tantas cosas. Con tanto muerto real y tanto muerto inflado por los noticieros. Finalmente hay que hacer la entrevista, porque a eso fui hasta Bogotá. Hay que tomar un café colombiano con Lauro mientras Elsa, otra vez carismática, toma las fotografías de rigor. Ahora estamos un poco más serios porque la entrevista es de verdad, y aquí está.

BB: Maestro, ¿por qué su predilección por el cuento como objeto de estudio?
LZ: Porque me permite entender mejor el cine (risas). Mi impulso original era estudiar la teoría del cine, pero no hay ningún instituto de investigaciones cinematográficas en Latinoamérica. Entonces empecé a estudiar la teoría narrativa y luego de la narrativa el cuento, porque tiene mayor concisión y me parece que es más próximo a la técnica del cine, y por eso decidí trabajar cuento en lugar de novela. Luego se publicó esa serie de cinco tomos (en realidad sólo han aparecido cuatro). En el año 1991 llevé el proyecto completo para diez tomos con todos los materiales. Pero bueno, se han publicado cuatro, y después vino la huelga en la Unam, en el 98, y allí se detuvo el proyecto. El tomo IV trata del cuento latinoamericano.
La razón es la distinción entre tres grandes tipos de cuento. De un lado, el cuento clásico, que termina con una epifanía; el cuento moderno, con un final abierto, y el cuento posmoderno donde, de alguna manera, se integran, paradójicamente, estas dos tradiciones antagónicas. El modelo que he desarrollado a partir de los cuentos y de las poéticas, tanto del cuento como de otras formas narrativas, es un modelo para la narrativa en general, distinguiendo la narrativa clásica de la moderna y de la posmoderna, y todo eso me permite ahora estudiar el cine.
Creo que ahora es importante también entender qué ocurre en esos nuevos géneros que se producen en la Internet. ¿Qué tipo de narrativa hay en Twitter, en blogs, en Youtube…? Me parece que, al fin de cuentas, todos siempre contamos historias y nos gusta que nos cuenten historias, y creo que la teoría y las poéticas personales del cuento tienen un lugar estratégico.

BB: En esa misma dirección, y entendiendo que existen menos publicaciones de cuentos que de novelas, existen, paradójicamente, más poéticas sobre el cuento que sobre la novela. ¿A qué cree que se deba esto?
LZ: Bueno, no estoy muy seguro, porque creo que también he visto varios volúmenes de recopilación de poéticas de la novela. Probablemente la naturaleza de una poética de un cuento es similar a la lectura de un cuento. Cuando uno lee estas reflexiones de los cuentistas sobre sus cuentos, en realidad lo que están escribiendo es un cuento, porque incluso, literalmente, estas poéticas son puro cuento, en los dos sentidos. Son cuentos que cuentan cómo se convirtieron en cuentistas, pero también, en muchos casos, lo que dicen sobre el cuento no coincide con la estructura de sus cuentos. Entonces, las poéticas son más de creación, ¿no? no tienen realmente una intención teórica.

BB: Usted habló hace un instante de esos tres finales posibles para cuentos, de acuerdo con ciertas épocas: el clásico, el moderno y el posmoderno. Eso implicaría, de entrada, una variante en las formas. ¿Acaso eso significa que desde la primera poética oficial del cuento, la de Poe, hasta ahora, han variado las formas, e incluso los contenidos de los cuentos?
LZ: No, porque se siguen escribiendo cuentos con estructura totalmente clásica, al estilo de Poe, que coexisten con cuentos modernos, como los de Chéjov, Maupassant, etc. Creo que la diversidad de estrategias es justamente lo que enriquece a la tradición del cuento. En cuanto a los temas, esto depende en últimas de la realidad misma y de la naturaleza de cada escritor, y por supuesto, hay siempre preocupaciones que son permanentes para cualquier ser humano.

BB: Si el cuento norteamericano, siguiendo la tradición de autores como Raymond Carver, John Cheever y Tobias Wolff, sembró la impronta de una línea objetivista, casi fría de mirar los hechos, ¿cree que para el caso latinoamericano se puede hablar de un sello de estilo que identifique a sus cuentistas?
LZ: Sí. Creo que yo lo detecto a través de la tradición de los libros que estudio sobre cuento. Por supuesto, hay una tradición de libros de texto en Estados Unidos que es impresionante y con la que en Latinoamérica no contamos, en ninguna disciplina humanística que yo conozca, y creo que es igual para el resto del mundo. Entonces, si uno estudia los libros de texto, que generalmente son antologías, docenas de cuentos organizados temáticamente o por estructura, siempre uno encuentra un modelo de análisis de cuento con siete categorías, entre las cuales ellos incluyen una categoría que habla del perfil del personaje. También incluyen como una gran categoría el uso de la ironía, que no es una característica específica del cuento por extensión.
Si uno estudia todas estas categorías con las que ellos identifican al cuento, pura herencia de la tradición del formalismo norteamericano de los años 30, me parece que uno puede allí hallar una diferencia entre el cuento en lengua inglesa y el cuento hispanoamericano. Me parece que en el cuento norteamericano y el europeo lo que está en juego es la tensión, que está en el proceso de revelación de la identidad de un personaje. Es decir que un personaje está en una situación crucial y el cuento relata la posible solución de esta tensión. Entonces, por lo tanto, el núcleo del relato está en el personaje. Y este es el momento clave. En la novela, en general, sería en el universo más complejo que rodea a este personaje.
Creo que, en cambio, en el cuento latinoamericano el momento medular no es el personaje y su situación en un momento particular, sino que el momento medular creo que es el lenguaje. Creo que los personajes, la misma tensión situacional y todos los demás componentes, están sometidos a las necesidades de construir un universo con las palabras. Y no soy el único que los señala. El propio Carlos Fuentes habla de cómo en Latinoamérica el lenguaje nos ha servido para inventar el pasado y para recobrar el futuro. En realidad, son estrategias de creación y recreación de la identidad individual y colectiva a través del lenguaje.
Creo que el lenguaje, incluso por la naturaleza misma del español, tiene una línea más poética que, también, forma parte la tradición del cuento latinoamericano. El cuento latinoamericano está más cerca al final de la capacidad de invocación que hay en la poesía, mucho más que en el cuento en lengua inglesa, incluso que en la francesa. El francés es mucho más conceptual, más frío, más geométrico, más racional, más instrumental.
El cuento en lengua inglesa creo que está centrado en estas tensiones a partir de una situación. Entonces esto remite a algo que es externo al lenguaje, e incluso a la situación misma. En realidad es un problema estructural. Esta tendencia en donde el lenguaje es el personaje central tiene un carácter más literario, más poético. Eso explica tal vez por qué es en Latinoamérica, y en español en general, en donde se ha desarrollado con mayor intensidad y con mayor fortuna la minificción, que tiene también al lenguaje, a la poesía, a la paradoja, al juego con palabras y a la capacidad de invocación como su característica central, algo que los textos muy breves, prosaicos o no, no alcanzan en otras lenguas.
No es que la minificción, para el caso de Latinoamérica, se desprenda del cuento, sino que más bien tiene en común con éste el lenguaje. Y eso, reitero, no existe con la misma fuerza en otras lenguas

BB: Con la enorme tradición de cuentistas de primer nivel en Latinoamérica, ¿cómo ve el cuento del continente en la actualidad?
LZ: Bien, por supuesto. Siempre hay escritores, siempre hay historias. Existe una tradición. Pero creo que también los escritores están pendientes, como es natural, de los nuevos recursos, de los nuevos medios. El ámbito digital, por ejemplo. Ahora casi que todo escritor, incluso aquellos que ni siquiera pretenden ser muy trascendentes en su escritura, tienen un blog. Utilizan los Twitter, están en Facebook, en todos estos espacios que obviamente rebasan a la literatura, mejor, en donde la literatura también aparece.
Esto, claro está, es muy incipiente, muy reciente, no sólo en Latinoamérica sino en general. Esto, naturalmente, está influyendo en la redefinición de todos los géneros. Creo que es la tendencia no sólo del cuento, sino de toda la narración en general, de todas las formas literarias del uso del lenguaje. Se está produciendo un nuevo espacio de hibridación genérica, de diálogo entre lenguas, intertextualidades, amalgamas genéricas, juegos, paradojas, yuxtaposiciones, diálogos, intercambios con elementos extraliterarios, con otros medios y formas de comunicación, narrativos o no.
En el ámbito académico esto es ignorado, pero en la escritura y la lectura esto me parece que es lo más importante que está ocurriendo no sólo en Latinoamérica. Como yo vivo en Latinoamérica estoy muy agudamente consciente de que las universidades ignoran esto, lo cual es una gran pena porque en algún momento tendrán que proponer, por ejemplo, congresos de académicos que estudian la literatura donde se hable de las otras formas de literatura que no son solamente las que tienen el formato del libro en papel. Deben existir congresos en donde los académicos no vayan sólo a leer textos de siete cuartillas durante veinte minutos, en donde todos los que están escuchando se duermen, sino, más bien, existirán ponencias más próximas a la vitalidad, a la intensidad, a la riqueza que tiene la literatura digital.
Finalmente, la difusión es otra forma de homenaje a la literatura. Creo que nuestro ámbito académico se encuentra muy claramente instalado en los últimos años del siglo XIX, y es conveniente que ingrese al siglo XX y llegue al XXI.