Los embelecos de la democracia
Betuel Bonilla Rojas
Marco Tulio Cicerón, en su libro Del supremo bien y del supremo mal, expone, con seriedad y rigor histórico, por qué él considera que dentro de los sistemas de gobierno que ha tenido Roma hasta la fecha la democracia es el peor entre los tres (los otros dos son la monarquía y la aristocracia). Son tantas las razones, y tan convincentes, y tan apoyadas en evidencias concretas de la política romana, que como lectores no podemos menos que sentirnos persuadidos por sus tesis, así como habitantes del nuevo orden se nos restriegue hasta la saciedad las bondades de tal embeleco (la democracia), bajo razones harto desdeñables como la participación y la representación.
Por supuesto, también nosotros tenemos evidencias, argumentos, pero seguimos creyendo ingenuamente en sus bondades.
La semana pasada, por ejemplo, cuando el Concejo Municipal de Neiva citó a la señora Sandra Barrios, Directora Municipal de Cultura de Neiva, para que explicara por qué no se le habían pagado los honorarios a los artistas que desde junio habían trabajado para ella y para el Municipio (ese es el orden correcto), y otra serie de irregularidades de su administración, lo que vimos no fue un ritual de la democracia, un debate serio y juicioso, un control político que buscaba responsables para tomar medidas inmediatas, sino una farsa del tamaño de un rascacielos, con concejales lanzando chistes de pésimo gusto (salvo el que citó al debate) y con una funcionaria citada que, ante todas las evidencias de corrupción demostradas, exhibía su risa de hiena, acaso el reflejo de un cinismo a toda prueba, o de un nerviosismo camuflado bajo el disfraz de la sonrisa idiota.
Y digo que allí naufragó la democracia porque luego de tal andanada de pruebas lo correcto, lo políticamente correcto, si el sistema fuera justo y si el rey fuera justo, como quería Kant, sería que la señora en cuestión hubiera dejado el cargo inmediatamente para someterse a la investigación por malos manejos de dineros públicos, como se probó en el recinto. El pintor Adolfo Suaza demostró, con documentos contundentes, como el esposo de Sandra Barrios, el señor Néstor Maragua, no sólo manipuló lo de la contratación de las carrozas para los desfiles, sino que además favoreció a sus amigos de siempre, Juan Carlos Barrios y Jaime Cardoso y, no contento con esto, permitió que su familia recibiera dineros de dicha contratación, lo cual constituye un claro ejemplo de nepotismo.
Además, se demostró que algo sospechoso ocurrió en el tal encuentro de escritores Juego de nubes, evento que fue contratado con los muchachitos despelucados y adoctrinados de Imagen (que saben tanto de literatura como yo de obstetricia), que fue dirigido por el señor Hugo Mauricio Fernández, asesorado por la señora Ana Patricia Collazos (que para el tango parece ser que es muy buena) y donde, misteriosamente, quien resultó pagando, en efectivo y sin firmar recibo alguno fue la señora Sandra Barrios, la que menos tenía velas en el entierro. ¿Extraño, no?
Catorce o quince artistas más dieron evidencias de las arbitrariedades y faltas a la ley y a la ética de esta señora, y aún sigue en el puesto, con su sonrisa de hiena lista a saltar sobre la carroña. ¿Cuáles serán entonces las prioridades de un alcalde que, a sabiendas de los errores de miembros de su gabinete, insiste en mantenerlos para no asumir a tiempo que se equivocó? ¿Acaso en campaña no prometen que lucharán por el pueblo, que defenderán los intereses de los pobres, pero apenas tienen las herramientas para hacerlo se olvidan de su juramento democrático?
Creo que con menos argumentos, en otro sistema, una funcionaria en tal situación merecería no sólo el despido, sino las responsabilidades penales por sus abusos y sus arbitrariedades, al menos hasta que la ley demuestre lo contrario.
Betuel Bonilla Rojas
Marco Tulio Cicerón, en su libro Del supremo bien y del supremo mal, expone, con seriedad y rigor histórico, por qué él considera que dentro de los sistemas de gobierno que ha tenido Roma hasta la fecha la democracia es el peor entre los tres (los otros dos son la monarquía y la aristocracia). Son tantas las razones, y tan convincentes, y tan apoyadas en evidencias concretas de la política romana, que como lectores no podemos menos que sentirnos persuadidos por sus tesis, así como habitantes del nuevo orden se nos restriegue hasta la saciedad las bondades de tal embeleco (la democracia), bajo razones harto desdeñables como la participación y la representación.
Por supuesto, también nosotros tenemos evidencias, argumentos, pero seguimos creyendo ingenuamente en sus bondades.
La semana pasada, por ejemplo, cuando el Concejo Municipal de Neiva citó a la señora Sandra Barrios, Directora Municipal de Cultura de Neiva, para que explicara por qué no se le habían pagado los honorarios a los artistas que desde junio habían trabajado para ella y para el Municipio (ese es el orden correcto), y otra serie de irregularidades de su administración, lo que vimos no fue un ritual de la democracia, un debate serio y juicioso, un control político que buscaba responsables para tomar medidas inmediatas, sino una farsa del tamaño de un rascacielos, con concejales lanzando chistes de pésimo gusto (salvo el que citó al debate) y con una funcionaria citada que, ante todas las evidencias de corrupción demostradas, exhibía su risa de hiena, acaso el reflejo de un cinismo a toda prueba, o de un nerviosismo camuflado bajo el disfraz de la sonrisa idiota.
Y digo que allí naufragó la democracia porque luego de tal andanada de pruebas lo correcto, lo políticamente correcto, si el sistema fuera justo y si el rey fuera justo, como quería Kant, sería que la señora en cuestión hubiera dejado el cargo inmediatamente para someterse a la investigación por malos manejos de dineros públicos, como se probó en el recinto. El pintor Adolfo Suaza demostró, con documentos contundentes, como el esposo de Sandra Barrios, el señor Néstor Maragua, no sólo manipuló lo de la contratación de las carrozas para los desfiles, sino que además favoreció a sus amigos de siempre, Juan Carlos Barrios y Jaime Cardoso y, no contento con esto, permitió que su familia recibiera dineros de dicha contratación, lo cual constituye un claro ejemplo de nepotismo.
Además, se demostró que algo sospechoso ocurrió en el tal encuentro de escritores Juego de nubes, evento que fue contratado con los muchachitos despelucados y adoctrinados de Imagen (que saben tanto de literatura como yo de obstetricia), que fue dirigido por el señor Hugo Mauricio Fernández, asesorado por la señora Ana Patricia Collazos (que para el tango parece ser que es muy buena) y donde, misteriosamente, quien resultó pagando, en efectivo y sin firmar recibo alguno fue la señora Sandra Barrios, la que menos tenía velas en el entierro. ¿Extraño, no?
Catorce o quince artistas más dieron evidencias de las arbitrariedades y faltas a la ley y a la ética de esta señora, y aún sigue en el puesto, con su sonrisa de hiena lista a saltar sobre la carroña. ¿Cuáles serán entonces las prioridades de un alcalde que, a sabiendas de los errores de miembros de su gabinete, insiste en mantenerlos para no asumir a tiempo que se equivocó? ¿Acaso en campaña no prometen que lucharán por el pueblo, que defenderán los intereses de los pobres, pero apenas tienen las herramientas para hacerlo se olvidan de su juramento democrático?
Creo que con menos argumentos, en otro sistema, una funcionaria en tal situación merecería no sólo el despido, sino las responsabilidades penales por sus abusos y sus arbitrariedades, al menos hasta que la ley demuestre lo contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario