Los mejor
calzados
Luisa
Valenzuela
Invasión de mendigos
pero queda un consuelo: a ninguno les faltan zapatos, zapatos sobran. Eso sí,
en ciertas oportunidades hay que quitárselo a alguna pierna descuartizada que
se encuentra entre los matorrales y sólo sirve para calzar a un rengo. Pero
esto no ocurre a menudo, en general se encuentra el cadáver completito con los
dos zapatos intactos. En cambio las ropas sí están inutilizadas. Suelen
presentar orificios de bala y manchas de sangre, o han sido desgarradas a
latigazos, o la picana eléctrica les ha dejado unas quemaduras muy feas y
difíciles de ocultar. Por eso no contamos con la ropa, pero los zapatos vienen
chiche. Y en general se trata de buenos zapatos que han sufrido poco uso porque
a sus propietarios no se les deja llegar demasiado lejos en la vida. Apenas
asoman la cabeza, apenas piensan (y el pensar no deteriora los zapatos) ya está
todo cantado y les basta con dar unos pocos pasos para que ellos les tronchen
la carrera.
Es
decir que zapatos encontramos, y como no siempre son del número que se
necesita, hemos instalado en un baldío del Bajo un puestito de canje. Cobramos
muy contados pesos por el servicio: a un mendigo no se le puede pedir mucho
pero sí que contribuya a pagar la yerba mate y algún bizcochito de grasa. Sólo
ganamos dinero de verdad cuando por fin se logra alguna venta. A veces los
familiares de los muertos, enterados vaya uno a saber cómo de nuestra
existencia, se llegan hasta nosotros para rogarnos que les vendamos los zapatos
del finado si es que los tenemos. Los zapatos son lo único que pueden enterrar,
los pobres, porque claro, jamás les permitirán llevarse el cuerpo.
Es
realmente lamentable que un buen par de zapatos salga de circulación, pero de
algo tenemos que vivir también nosotros y además no podemos negarnos a una obra
de bien. El nuestro es un verdadero apostolado y así lo entiende la policía que
nunca nos molesta mientras merodeamos por baldíos, zanjones, descampados,
bosquecitos y demás rincones donde se puede ocultar algún cadáver. Bien sabe la
policía que es gracias a nosotros que esta ciudad puede jactarse de ser la de
los mendigos mejores calzados del mundo.
(En: Cuentos completos y uno más. Alfaguara.
Buenos Aires 2007).
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