Betuel Bonilla Rojas
Ayer vi a los antimotines en las proximidades de la Universidad Surcolombiana y pensé en cuál podría ser el motivo para esta nueva refriega que se acercaba. Antes de la Ley 30 había motivos para protestar, y muchos, y eso era válido. La ley 30 le permitió a las universidades autogobernarse, y las protestas siguen, y seguirán, y eso también es válido. Los estatutos que se elaboraron luego de la anhelada Ley no fueron lo que se esperaban, parece ser que dejaron mucho poder a quienes finalmente no merecían tenerlo. Pero, para bien o para mal, la discusión se dio en su momento, y el mal estatuto de hoy se hizo en esa oportunidad con el concurso de todos los estamentos, y todos lo aprobaron, o al menos callaron, que es otra forma de la aprobación. Es decir que la Universidad y su rapiña, y su ingobernabilidad, no son el resultado de políticas trazadas por mentes ajenas, hoy, sino que surgió de allí mismo, de sus brillantes mentes y sus sanísimas intenciones. Cuando Cerquera apareció en la escena de la Universidad se vieron los cambios, se empezaron a notar modificaciones, algunos anacrónicos dirán que no de fondo, pero había empezado y se notaba por fin la mano de un rector. Tampoco Cerquera sirvió por un error de procedimiento y todo volvió a ser anarquía y desorden. Ahora el Consejo Superior sigue empeñado en que la forma electoral no varíe, y habrá presiones, y muchos muchachos protestarán por el simple placer de ver correr la adrenalina, y otros aprovecharán para fingirse perseguidos e irse del país, y nada cambiará.
Ayer vi a los antimotines en las proximidades de la Universidad Surcolombiana y pensé en cuál podría ser el motivo para esta nueva refriega que se acercaba. Antes de la Ley 30 había motivos para protestar, y muchos, y eso era válido. La ley 30 le permitió a las universidades autogobernarse, y las protestas siguen, y seguirán, y eso también es válido. Los estatutos que se elaboraron luego de la anhelada Ley no fueron lo que se esperaban, parece ser que dejaron mucho poder a quienes finalmente no merecían tenerlo. Pero, para bien o para mal, la discusión se dio en su momento, y el mal estatuto de hoy se hizo en esa oportunidad con el concurso de todos los estamentos, y todos lo aprobaron, o al menos callaron, que es otra forma de la aprobación. Es decir que la Universidad y su rapiña, y su ingobernabilidad, no son el resultado de políticas trazadas por mentes ajenas, hoy, sino que surgió de allí mismo, de sus brillantes mentes y sus sanísimas intenciones. Cuando Cerquera apareció en la escena de la Universidad se vieron los cambios, se empezaron a notar modificaciones, algunos anacrónicos dirán que no de fondo, pero había empezado y se notaba por fin la mano de un rector. Tampoco Cerquera sirvió por un error de procedimiento y todo volvió a ser anarquía y desorden. Ahora el Consejo Superior sigue empeñado en que la forma electoral no varíe, y habrá presiones, y muchos muchachos protestarán por el simple placer de ver correr la adrenalina, y otros aprovecharán para fingirse perseguidos e irse del país, y nada cambiará.
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