Betuel Bonilla Rojas
Que va a estar muy bonita la inauguración de la Plaza de Toros en el campestre, oí decir a una mujer que quería ser rubia y joven a las malas. Que en el colmo de la dicha irá el obispo, le oí agregar. Entonces pensé en todas las brutalidades que eso trae consigo. Pensé que la cultura taurina aquí en el Huila llega a tal nivel, con tanto levantado tirándoselas de madrileño o de capitalino, que los asistentes a duras penas podrían diferenciar entre un novillo y un marrano. Pensé también en un sujeto, vestido de travesti, jugando a ser hombre porque domina con espada un toro indefenso. Pero también pensé que curas y obispos se prestan para todo, para bendecir las balas y para echarle agua bendita a un sitio en el que se sacrifican unos pobres animalitos, para que otros animales, que se dicen racionales, saquen a relucir sus vanidades y se emborrachen sin entender por qué a eso lo llaman arte. Es decir que estos nobles curitas, en lugar de estar cantándole a la vida o ayudándole a los necesitados, se levantan la bata y se solazan con un espectáculo que no debe llamarse la fiesta brava, sino la infamia bendecida. Comparto plenamente lo que dice Daniel Samper Ospina, que si el toreo es un arte, el canibalismo es gastronomía.
Que va a estar muy bonita la inauguración de la Plaza de Toros en el campestre, oí decir a una mujer que quería ser rubia y joven a las malas. Que en el colmo de la dicha irá el obispo, le oí agregar. Entonces pensé en todas las brutalidades que eso trae consigo. Pensé que la cultura taurina aquí en el Huila llega a tal nivel, con tanto levantado tirándoselas de madrileño o de capitalino, que los asistentes a duras penas podrían diferenciar entre un novillo y un marrano. Pensé también en un sujeto, vestido de travesti, jugando a ser hombre porque domina con espada un toro indefenso. Pero también pensé que curas y obispos se prestan para todo, para bendecir las balas y para echarle agua bendita a un sitio en el que se sacrifican unos pobres animalitos, para que otros animales, que se dicen racionales, saquen a relucir sus vanidades y se emborrachen sin entender por qué a eso lo llaman arte. Es decir que estos nobles curitas, en lugar de estar cantándole a la vida o ayudándole a los necesitados, se levantan la bata y se solazan con un espectáculo que no debe llamarse la fiesta brava, sino la infamia bendecida. Comparto plenamente lo que dice Daniel Samper Ospina, que si el toreo es un arte, el canibalismo es gastronomía.
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