Betuel Bonilla Rojas
Hace rato me vengo preguntando de quién es la responsabilidad de tanto indigente deambulando por las calles de Neiva, destapando basuras, regándolas y poniendo en aprietos la seguridad de los transeúntes. En un primer caso, los indigentes proliferan porque los indicadores de droga en el Huila son tan graves, que muchos consumidores se desadaptan y dejan de ser un problema sólo para ellos y se convierten en un problema para la sociedad. En este caso los responsables son las autoridades departamentales y municipales, que ni hacen campañas preventivas, ni sellan de una vez por todas las ollas de expendio, que todos sabemos en dónde quedan. En un segundo caso, todos lo murmuran pero nadie lo afirma, el número es grande porque muchos indigentes llegan, o son traídos de otras partes. Se vuelven huilenses porque aquí les dan comida, peluqueada y algunas moneditas para que reabastezcan sus provisiones de droga. Muchos de ellos afirman que Neiva es el paraíso para dar rienda suelta a sus delirios. En este segundo caso, también las mismas autoridades son responsables por hacerse los de la vista gorda ante este tráfico de seres humanos entre ciudades. Uno quisiera tener gobernantes que salgan a la calle y se den cuenta de lo que le ocurre a los ciudadanos, a su ciudad, a sus calles, a quienes votaron por ellos. Pero no, casi siempre, tan mal como hablan piensan, y actúan.
Hace rato me vengo preguntando de quién es la responsabilidad de tanto indigente deambulando por las calles de Neiva, destapando basuras, regándolas y poniendo en aprietos la seguridad de los transeúntes. En un primer caso, los indigentes proliferan porque los indicadores de droga en el Huila son tan graves, que muchos consumidores se desadaptan y dejan de ser un problema sólo para ellos y se convierten en un problema para la sociedad. En este caso los responsables son las autoridades departamentales y municipales, que ni hacen campañas preventivas, ni sellan de una vez por todas las ollas de expendio, que todos sabemos en dónde quedan. En un segundo caso, todos lo murmuran pero nadie lo afirma, el número es grande porque muchos indigentes llegan, o son traídos de otras partes. Se vuelven huilenses porque aquí les dan comida, peluqueada y algunas moneditas para que reabastezcan sus provisiones de droga. Muchos de ellos afirman que Neiva es el paraíso para dar rienda suelta a sus delirios. En este segundo caso, también las mismas autoridades son responsables por hacerse los de la vista gorda ante este tráfico de seres humanos entre ciudades. Uno quisiera tener gobernantes que salgan a la calle y se den cuenta de lo que le ocurre a los ciudadanos, a su ciudad, a sus calles, a quienes votaron por ellos. Pero no, casi siempre, tan mal como hablan piensan, y actúan.
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