martes, 17 de marzo de 2009

El terror se toma a Neiva

Betuel Bonilla Rojas
Da miedo salir a la calle en Neiva. Aquél me dice que le pegaron un disparo cerca de la plaza de mercado, en el barrio Arismendi, para que entregara los únicos veinte mil pesos que llevaba. Este otro iba con una buena suma para pagarle a sus empleados, cerca del hospital, fue víctima del fleteo, se resistió y recibió también su ración de disparos. A la niña de enfrente la arrojaron al piso para arrancarle su celular, que todavía no había acabado de pagar, frente a Los comuneros. Un amigo, contento con su computador portátil, fue encañonado frente a su casa, en Cándido, y debió despojarse de su juguetito para no perder la vida. Así, uno tras otro, los neivanos vivimos entre el miedo de salir a las calles y la obligación de tener que hacerlo para buscar el sustento, o la muerte. Mientras tanto, una bomba estalla allí, la otra un poco más allá, y la otra está lista a estallar. Y todo eso en medio de la prepotencia de la Seguridad Democrática, en medio de mucho dinero para la guerra y poco para la inversión social. Algo debe estar pasando en Neiva cuando hay tanto peligro, tanto indigente merodeando detrás de sus víctimas, tanto loco estallando bombas que no se sabe a quién van a lastimar. Casi hay más uniformados que civiles en Neiva, y el peligro nada que para.

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