martes, 9 de diciembre de 2008

Prólogo a la Revista Letras calientes No 2. Taller "José Eustasio Rivera", RENATA, Neiva

Prólogo
Betuel Bonilla Rojas

Hace algo más de seis meses, emocionados por lo que era entonces nuestra primera publicación en el taller “José Eustasio Rivera”, Renata Neiva, la revista Letras calientes, quisimos coger el cielo con las manos y anunciamos, sin el menor sonrojo, que nuestra publicación tendría un carácter trimestral, algo así como cuatro números al año. Por supuesto, a eso me animaba el proceso creativo del grupo, ese entusiasmo colectivo que nos llevaba a desbordar los límites impuestos a lo humano y a lo provincial y que nos hacía prever, para fortuna nuestra, una labor creativa sin ninguna orilla. En este segundo número, ahora sí con sonrojo, pedimos disculpas por ese inaugural incumplimiento.
“No hay nada que me guste más que tomar un relato que he tenido en casa por un tiempo y volver a trabajarlo”, dijo en alguna ocasión Raymond Carver. Y esta frase de nuestro principal maestro de la sencillez, el extraordinario autor de Tres rosas amarillas, nos viene como anillo al dedo para justificar —qué cosa más inútil— nuestra pecaminosa impuntualidad. Pero es que en la medida en que el grupo ha ido creciendo (en número y en calidad), en la medida en que cada autor ha ido descubriendo su voz, los retos, los celos y las prevenciones también han experimentado su propio desarrollo. Ya no se trata de la precocidad tipo Rubén Darío o Rimbaud, o del prurito esnobista de ver la creación en letra de imprenta, como le pasó a Proust con Los placeres y los días. Se trata, creo yo, más bien de una especie de pudor, de respeto por el oficio, de consecuencia entre lo leído y lo escrito.
“Tres renglones tachados valen más que uno añadido”, escribió Augusto Monterroso. Y si quien asumió la brevedad como un oficio nos dictó cátedra de la depuración casi obsesiva del ripio, ¿quiénes éramos nosotros para desafiar las tantas líneas ya escritas? Entonces tachar, borrar y suprimir se convirtió en una práctica consuetudinaria del Taller. Valía más, quién lo creyera, aquel escritor que se jactaba no tanto de la copiosidad de lo publicado, sino de la cantidad de ideas que iban a parar al cesto de la basura, o al rincón harto sospechoso de la materia narrativa posiblemente abordable. Y en esas desconfianzas difícilmente pudimos recopilar el material para este segundo número.
Existe otra circunstancia, además, que vale la pena referir. Nosotros pertenecemos a una Red (RENATA), y esto, creo yo, nos confiere un cierto carácter de hermandad, de lazos comunes, de búsquedas que corren en una misma dirección, así sea por caminos distintos. Yo no concibo una Red, al menos con ese rótulo ostentoso, si no se tejen los hilos que vayan perfilando el tejido. Por supuesto, en toda red hay puntadas que unen, y orificios que separan. Por fortuna, se impone la primera idea, la de aquello imbricado; lo otro, la oquedad, pertenece a lo externo a la propia red, a la fuga, a la ausencia de compromiso, al sueño prepotente de acapararlo todo en soledad. Si los hilos atrapan, el vacío propicia la huida.
Y en ese propósito de la Red, entendida en su más romántica concepción, quisimos que esta revista fuera en primera instancia de Neiva, del Huila, pero con la idea de ir vinculando, número tras número, a los talleristas y los productos de otras regiones. También eso, lo entendimos luego, lleva tiempo, implica no sólo el pudor particular de nuestro grupo, sino el de los otros, de esas otras dinámicas y ritmos que se generan en la dispar geografía colombiana.
Así, tenemos en este segundo número, por fin, textos del taller “José Eustasio Rivera”, de Neiva, del de niños, de Quibdo, y del taller “Maniguaje”, de Florencia.
Con Eugenio, a las orillas del Atrato, bastó un solo contacto para poner de presente nuestra común simpatía hacia la idea del trabajo de base. Los niños del taller de Eugenio son perfectamente desobedientes, como queremos que sean los niños, y dicha desobediencia es lo que les permite vislumbrar salidas mediante la literatura a sus destinos aciagos. Basta verlos en sus sesiones para entender como la literatura es su fuente de vida, como ese pequeño espacio físico es tan amplio y sin límites como el universo mismo cuando de crear se trata.
Con Hermínsul ya veníamos conversando hacía rato y él, como excelente guía, aceptó la invitación pensando, creo yo, en que cualquier inclusión exterior es una oportunidad para sus alumnos. A ellos dos, desde los miembros de Renata Neiva, muchas gracias.
Como es filosofía de nuestro Taller, aparecen vinculados a este segundo número autores que no aparecieron en nuestra primera edición. Ellos: Carlos, Manuel y Néstor fueron, como los niños del taller de Eugenio, desobedientes: “Hay que aprender a desechar. Un buen escritor no se conoce tanto por lo que publica como por lo que echa al cesto de la basura”, nos restriega García Márquez. Creerse eso a pie juntillas, así lo diga el Nobel, es tan desaconsejable como lo otro. Si no se publica, cualquiera sea el medio, perteneceremos al terreno de los escritores por decreto, a esos muchachos que, como refería Mallarmé, tienen muchas ideas pero olvidan que la literatura no se hace sólo con ideas, sino con palabras. Por eso, por su irrespetuosa desobediencia, están aquí. Si les sobra algo, si les quedó algo por tachar o por enmendar, si fueron impiadosos con el mandato de los maestros, ustedes juzgarán.
Mientras tanto disfruten este segundo número de Letras calientes; disfruten los textos de los escritores propios y de los invitados; disfruten de las ilustraciones hechas en especial para nuestra revista por el pintor y escritor Miguel de León, nuestro principal aliado en la idea de seguir platicando semana tras semana sobre el sublime ejercicio de la creación espiritual. Más adelante, quizás en un próximo semestre, si algo nos queda después de tanto borrar, tendremos el número tres, con otros departamentos invitados, con la Red cada vez más grande, como queremos todos.
Nuestro agradecimiento especial a los miembros de la Directiva de Renata a nivel nacional: a Melba Escobar, a Nahum Montt, a Jenny Pineda, a María Paula Alzate. Son ellos quienes lanzan la Red y la dirigen hacia aguas seguras. También al doctor Douglas Alfonso Romero Sánchez, Secretario de Cultura y Turismo del Huila, porque sabemos que con su concurso, su diligencia y su iniciativa el camino de Renata Neiva en el 2008 fue una realidad y porque, hacia el 2009, sabemos que marcha por buena ruta. Igualmente, nuestro agradecimiento al escritor Guillermo González Otálora, un aliado a toda prueba de la gestión de Renata.
A todos los amigos que han querido siempre pertenecer a Renata, que han confiado en el proceso, pero que por razones de sus oficios cotidianos no han podido llegar aún, seguimos aguardando por ellos. Esperamos que lleguen nuevas voces, nuevos talentos, y que todas esas incursiones signifiquen mayores fortalezas para nuestro proceso.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Vuelven las columnas de opinión

Los embelecos de la democracia
Betuel Bonilla Rojas

Marco Tulio Cicerón, en su libro Del supremo bien y del supremo mal, expone, con seriedad y rigor histórico, por qué él considera que dentro de los sistemas de gobierno que ha tenido Roma hasta la fecha la democracia es el peor entre los tres (los otros dos son la monarquía y la aristocracia). Son tantas las razones, y tan convincentes, y tan apoyadas en evidencias concretas de la política romana, que como lectores no podemos menos que sentirnos persuadidos por sus tesis, así como habitantes del nuevo orden se nos restriegue hasta la saciedad las bondades de tal embeleco (la democracia), bajo razones harto desdeñables como la participación y la representación.
Por supuesto, también nosotros tenemos evidencias, argumentos, pero seguimos creyendo ingenuamente en sus bondades.
La semana pasada, por ejemplo, cuando el Concejo Municipal de Neiva citó a la señora Sandra Barrios, Directora Municipal de Cultura de Neiva, para que explicara por qué no se le habían pagado los honorarios a los artistas que desde junio habían trabajado para ella y para el Municipio (ese es el orden correcto), y otra serie de irregularidades de su administración, lo que vimos no fue un ritual de la democracia, un debate serio y juicioso, un control político que buscaba responsables para tomar medidas inmediatas, sino una farsa del tamaño de un rascacielos, con concejales lanzando chistes de pésimo gusto (salvo el que citó al debate) y con una funcionaria citada que, ante todas las evidencias de corrupción demostradas, exhibía su risa de hiena, acaso el reflejo de un cinismo a toda prueba, o de un nerviosismo camuflado bajo el disfraz de la sonrisa idiota.
Y digo que allí naufragó la democracia porque luego de tal andanada de pruebas lo correcto, lo políticamente correcto, si el sistema fuera justo y si el rey fuera justo, como quería Kant, sería que la señora en cuestión hubiera dejado el cargo inmediatamente para someterse a la investigación por malos manejos de dineros públicos, como se probó en el recinto. El pintor Adolfo Suaza demostró, con documentos contundentes, como el esposo de Sandra Barrios, el señor Néstor Maragua, no sólo manipuló lo de la contratación de las carrozas para los desfiles, sino que además favoreció a sus amigos de siempre, Juan Carlos Barrios y Jaime Cardoso y, no contento con esto, permitió que su familia recibiera dineros de dicha contratación, lo cual constituye un claro ejemplo de nepotismo.
Además, se demostró que algo sospechoso ocurrió en el tal encuentro de escritores Juego de nubes, evento que fue contratado con los muchachitos despelucados y adoctrinados de Imagen (que saben tanto de literatura como yo de obstetricia), que fue dirigido por el señor Hugo Mauricio Fernández, asesorado por la señora Ana Patricia Collazos (que para el tango parece ser que es muy buena) y donde, misteriosamente, quien resultó pagando, en efectivo y sin firmar recibo alguno fue la señora Sandra Barrios, la que menos tenía velas en el entierro. ¿Extraño, no?
Catorce o quince artistas más dieron evidencias de las arbitrariedades y faltas a la ley y a la ética de esta señora, y aún sigue en el puesto, con su sonrisa de hiena lista a saltar sobre la carroña. ¿Cuáles serán entonces las prioridades de un alcalde que, a sabiendas de los errores de miembros de su gabinete, insiste en mantenerlos para no asumir a tiempo que se equivocó? ¿Acaso en campaña no prometen que lucharán por el pueblo, que defenderán los intereses de los pobres, pero apenas tienen las herramientas para hacerlo se olvidan de su juramento democrático?
Creo que con menos argumentos, en otro sistema, una funcionaria en tal situación merecería no sólo el despido, sino las responsabilidades penales por sus abusos y sus arbitrariedades, al menos hasta que la ley demuestre lo contrario.

Invitados al IV Encuentro Nacional de Escritores "José Eustasio Rivera"

Jornada de inauguración, Neiva, noviembre 12 de 2008

domingo, 23 de noviembre de 2008

Queda prohibido recordar

Betuel Bonilla Rojas
Minicuento ganador en la XVII versión del Concurso Departamental de Minicuento "Rodrigo Díaz Castañeda, Palermo, Huila, noviembre de 2008

El rey proclama que queda terminantemente prohibido recordar, que la historia del reino comienza hoy.
Al día siguiente todos empezaron a llamarse de otra manera porque olvidaron de repente los verdaderos nombres. Algunos se proclamaron marqueses o duques porque habían confundido sus orígenes. Se volvió usual ver a personas harapientas entrando a lujosos palacios con el pretexto de que no se acordaban bajo qué puente dormían. Era inútil intentar sacarlos porque todos se acogían al mandato del rey. Y éste, ante las quejas, se encogía de hombros. Luego, a todas las mujeres se les ocurrió la idea de tomar a otros hijos como propios. Decían no recordar cuáles eran los suyos y así, a la mulata de manos callosas, era frecuente verla con un niño de rizos rubios y ojos azules a sus espaldas. Madres adoloridas estiraban en vano los brazos y caían entre sollozos en las calles para morir pisoteadas por los caballos en desbandada que ahora eran galopados por sus nuevos amos. Más grave aun era ver a hombres de ojos desorbitados corriendo detrás de doncellas de cabellos perfumados con el pretexto de haber creído que eran de tiempo atrás sus amadas. Y el rey, a todo esto, se encogía de hombros. Le gustaba contemplar desde el balcón su obra, ese reino que desde su ascenso al trono era otro.
Una mañana, repentinamente, todos olvidaron quién era el rey, treparon por las enredaderas de los balcones, lo despojaron de sus prendas reales y lo lanzaron al vacío para verlo morir de bruces sobre la calle.
Ese mismo día, todos empezaron a recordar.

Betuel Bonilla Rojas en taller con niños en el Chocó

Quibdó, noviembre 20 de 2008

lunes, 3 de noviembre de 2008

Siluetas

Betuel Bonilla Rojas
Esta mañana no se sintió lo que se dice bien. Por eso tomó el pincel sin emoción y trazó líneas sin querer llegar a ninguna parte. Pronto el pincel fue dándole vida a una sombra felina, ni muy pequeña para semejar un gato ni muy grande para llegar a convertirse en una fiera. Pero su desánimo aún no concluía y sintió que podía ubicar otras cosas junto a la silueta, para pasar el rato. Así, de la nada apareció algo como otro animal, más pequeño. También éste fue una simple sombra. Pero pronto, ante su estupor, la sombra grande volteó lo que parecía el hocico y se tragó la sombra pequeña. Como creyó que era insólito lo que ocurría en el lienzo dibujó otra sombra, de un animal distinto, al lado opuesto de donde pusiera el primero. Sin mucho esfuerzo la silueta grande giró hacia el otro lado y engulló aquello que simulaba el contorno de una ardilla. Esta vez no se distrajo y no perdió detalle de la faena. Hasta podría asegurar que oyó el chasquido, el sonido de los huesos que crujían. Delineó después un conejo que corrió igual suerte. Luego fue una serpiente la que sucumbió ante la voracidad del animal. Así, una tras otra, la fiera dio cuenta de cientos de siluetas, todas de una dentellada. Pero aún seguía sin que aquella pequeña distracción lograra entusiasmarlo.
Acaba de trazar una silueta igual a la primera, con los mismos contornos, con el mismo aspecto difuso de un animal doméstico que tiene fauces de fiera. Ahora está recostado en la cama y se divierte con la lucha que tiene lugar en el cuadro, con los gruñidos que brotan del lienzo, con la sangre que empieza a borrar los contornos. Ya está pensando en que la silueta de un hombre puede llegar a ser más divertida, que la lucha podría durar un poco más.

Betuel Bonilla Rojas y Ana María Shua


Primer Encuentro Nacional de Minicuento "Luis Vidales". Universidad Nacional de Colombia. Octubre 30 y 31 de 2008

martes, 7 de octubre de 2008

Opinión pública y poder

Betuel Bonilla Rojas
Siempre he creído que la opinión pública es lo más necesario en los medios de comunicación, que sin ésta quedamos con el panorama frío y desabrido de las noticias, ésas en las que todos los medios coinciden. Lo diferente siempre son las columnas de opinión. La gente las lee, o las escucha, con la esperanza de que la voz de los columnistas coincida con la suya, que ellos digan lo que al resto le está negado decir. Por eso una columna debe ser, ante todo, un ejercicio de responsabilidad y de libertad, nunca de complicidad con los gobernantes. Porque resulta más o menos cómodo andar alabando a un alcalde, o al menos eso esperan ellos que uno haga, que los alabe y luego pase por el respectivo contrato. Por el contrario, si uno oye a la gente, y dice, por ejemplo, que un alcalde no ha hecho nada de lo que tanto prometió, entonces ese alcalde les ordena a sus funcionarios que anulen al sujeto que habla mal de la alcaldía. Ni siquiera tienen el cuidado de usar los términos precisos, de utilizar algo así como “mi administración”, sino que entienden lo suyo como el cargo en sí mismo, como si despacho y funcionario fueran uno solo. Y entonces los columnistas somos sus enemigos porque denunciamos lo mal que ellos actúan, lo inescrupulosos que son. Yo prefiero que sigan odiando a los columnistas, pero que los sigan oyendo para que sepan que no todos nos amedrentamos ante el poder, que no todos deliramos por sus contratos.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Lágrimas de cocodrilo

Betuel Bonilla Rojas
Son bien simpáticos nuestros gobernantes, o adolecen de falta de memoria, o definitivamente les importa muy poco lo que la gente piense de ellos. De otra manera no podríamos entender lo que le ocurre a Héctor Aníbal. Durante todo el primer semestre de 2008, y parte del segundo, se dedicó a llorar, cruzado de brazos, porque Cielo lo dejó endeudado. Lloró como el niño chiquito al que le han robado su paleta. Lloró tanto que hasta logró convencernos de que lo suyo no era incapacidad, sino tan sólo el perfil inescrupuloso de quien lo sucedió en el poder. Pidió tiempo y dijo que en el primer año no haría prácticamente nada, justificó de esta manera su incompetencia. O sea que ahora los gobernantes cuentan con algo así como un año muerto, como si las necesidades de la gente tuvieran espera. Pero tan pronto se le pasó el pudor y se le secaron las lágrimas decidió hacer lo mismo, olvidó lo mal que se comportó Cielo y ahora proyecta también dejar endeudados a sus sucesores, no sólo al inmediato, sino a muchos más. Piensa comprometer vigencias futuras extraordinarias, por 266 mil millones de pesos, a diez años, y ordinarias, por cuatro años, por 40 mil millones de pesos. Prefirió de una vez aprender lo malo de los otros y vivir el presente. Y yo no creo que la idea le saliera de repente. Creo que lo planeó muy bien, y que el llanto inicial era parte del negocio. El que llora de primero, llora mejor.

Primer Encuentro Nacional de Escritores "José Eustasio Rivera", Neiva


martes, 9 de septiembre de 2008

La ingobernabilidad de la Usco

Betuel Bonilla Rojas
Ayer vi a los antimotines en las proximidades de la Universidad Surcolombiana y pensé en cuál podría ser el motivo para esta nueva refriega que se acercaba. Antes de la Ley 30 había motivos para protestar, y muchos, y eso era válido. La ley 30 le permitió a las universidades autogobernarse, y las protestas siguen, y seguirán, y eso también es válido. Los estatutos que se elaboraron luego de la anhelada Ley no fueron lo que se esperaban, parece ser que dejaron mucho poder a quienes finalmente no merecían tenerlo. Pero, para bien o para mal, la discusión se dio en su momento, y el mal estatuto de hoy se hizo en esa oportunidad con el concurso de todos los estamentos, y todos lo aprobaron, o al menos callaron, que es otra forma de la aprobación. Es decir que la Universidad y su rapiña, y su ingobernabilidad, no son el resultado de políticas trazadas por mentes ajenas, hoy, sino que surgió de allí mismo, de sus brillantes mentes y sus sanísimas intenciones. Cuando Cerquera apareció en la escena de la Universidad se vieron los cambios, se empezaron a notar modificaciones, algunos anacrónicos dirán que no de fondo, pero había empezado y se notaba por fin la mano de un rector. Tampoco Cerquera sirvió por un error de procedimiento y todo volvió a ser anarquía y desorden. Ahora el Consejo Superior sigue empeñado en que la forma electoral no varíe, y habrá presiones, y muchos muchachos protestarán por el simple placer de ver correr la adrenalina, y otros aprovecharán para fingirse perseguidos e irse del país, y nada cambiará.

El taller Renata Neiva llega a su segundo año de labores


martes, 2 de septiembre de 2008

El robo de la semana cultural

Betuel Bonilla Rojas
Una costumbre muy huilense es la de esperar que otros hagan cosas que a nosotros nunca se nos habrían ocurrido para luego hacer lo mismo, incluso al costo de arrebatarle al otro eso que él tuvo a bien inaugurar. Y justamente es lo que ocurre por estos días en la Universidad Surcolombiana. Por todos es conocido que un muchacho llamado Danny Montaña algún día tuvo la feliz ocurrencia de realizar allí una semana cultural. Fue su idea y él, junto a otros jóvenes, la sacó adelante. Era la semana cultural de Danny, pues fue él quien la lideró, la moldeó y la institucionalizó a costa de trabajo, tesón y creatividad. Pero como allí se suele pescar en río revuelto, y estamos en la época de callar a los opositores comprándolos con algo, ahora resulta que la semana cultural cambió de dueño. Como siempre, los magos de las influencias se valieron de sus fichas para usurpar lo que no les pertenecía. De la nada apareció el profesor Luis Ernesto Lasso, ése que habla mal de alguien hasta que éste le dé lo que él quiere, y reclamó una cosa que no era de él, y que nunca apoyó. Siempre habló mal de la semana cultural e hizo lo imposible para que los estudiantes no la apoyaran. Claro, ahora que la va a hacer él seguramente la asistencia debe ser obligatoria. Si algo en la semana cultural de Danny estaba fallando era susceptible de ser corregido, pero él era siempre la primera opción, por respeto intelectual a lo que alguien fundó. Muy seguramente ahora tendremos a farsantes tipo Carlos Orlando Pardo posando de intelectuales, y a Lasso haciendo de la semana cultural su propio espectáculo para poder seguir vigente. En todo caso eso no lo hizo él, y casi siempre las cosas prestadas nos quedan grandes.

lunes, 25 de agosto de 2008

Las veleidades de los artistas

Betuel Bonilla Rojas
Desde tiempos remotos los artistas, asumidos como intelectuales, han sido la conciencia crítica de los políticos, de ésos que dirigen sin necesidad de pensar mucho. Es normal que ellos opinen en los periódicos, cuando los periódicos son decentes y dejan opinar. Así ocurre todavía en El país, de España; en La Nación, de Buenos Aires; o en Le monde diplomatique, en Francia. Y esas opiniones le dan carácter y personalidad al periódico, hacen que los lectores confíen en lo que allí se dice. Un periódico lleno de políticos y personajes de la farándula local opinando pertenece al orden de la comedia, como dijo Nietzsche. Por eso no es tan conveniente que los artistas les celebren los cumpleaños a los políticos, o los abracen en público, o les acepten favores y nombramientos. Cuando haya que denunciarlos esto parecerá una deslealtad, una traición. En Neiva y el Huila es costumbre ver a los artistas de la mano del poder, lanzándole loas para después cobrar por ventanilla. Y llega a tanto el cinismo que en una pareja de artistas el esposo hace campaña por un bando, y la esposa por el otro, por si las moscas. También es costumbre que artistas que se volvieron famosos a las malas se van de la ciudad y envían cartas desde el mar pidiendo pasajes a lugares exóticos, o compras millonarias de libros que de otro modo no se venderían. Adhieren públicamente a los liberales, por ejemplo, y luego negocian con los conservadores, otro ejemplo, y suponen que los políticos no tienen memoria. Y si el negocio no sale para eso están los senadores amigos, ésos que reconocen públicamente contar con cuotas fijas en los gobiernos. Uno sabe que los políticos no tienen escrúpulos, pero memoria sí tienen, y mucha, y de un solo color.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Con Hugo Chaparro Valderrama, Neiva, 2008


Una mala pieza teatral

Betuel Bonilla Rojas
La escena en un comienzo era ridícula. Luego, vista en frío, era chocante, mostraba nada menos que dos de los peores vicios que se tienen en el Huila. De un lado, dos eminentes profesores de la Universidad Surcolombiana, con procesos disciplinarios abiertos y sueldos de por lo menos cinco millones de pesos cada uno, hacían antesala para saquear el erario público, para llevarse unas migajas del diezmado presupuesto de cultura del Municipio. Lo curioso era verlos desvalidos, tragándose su arrogancia y sus ínfulas de genios frente a alguien menos preparado, menos inteligente. Del otro lado estaba la funcionaria estrella del gabinete de Héctor Aníbal, ésa que él mantuvo en su puesto por la pura terquedad de no reconocer que se había equivocado, que apenas empezando su administración tenía una incómoda piedra en el zapato. Pero bueno, en política lo sano no es actuar correctamente, sino cancelar las deudas contraídas en campaña. Y en esa escena de mala pieza teatral se ponían en evidencia, a su vez, dos cosas terribles. En primer lugar, como escribió William Ospina, el propio país hizo de los colombianos unos mendigos, seres que, sin importar su condición económica, se enseñaron a vivir pidiendo limosna, a oler cada moneda que se detecta para raparla sin el menor rubor. Lo curioso es que estos dos profesores hacen de sus clases unas trincheras para hablar pestes del Estado, ése mismo al que de, rodillas, le piden una limosna. En segundo lugar tenemos que en política no siempre llegan a los cargos los más inteligentes, sino los más astutos, y eso no es muy conveniente que digamos. La escena era real, aunque parecía un montaje, una siniestra caricatura hecha por un pintor que se reía de lo mal que andan las cosas en el Huila.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Con Néstor Sánchez, en recital de Renata


El espíritu de una ciudad

Betuel Bonilla Rojas
De nada sirve transformar estructuralmente una ciudad si sus habitantes siguen igual, si los espíritus que la recorren no crecen como lo hacen sus calles, sus edificios y sus andenes. Quienes viven en Bogotá reconocen que ese cambio duró años, que fue un proceso no de una administración, sino de un plan a largo plazo, sin la envidia y la vanidad de los gobernantes. Castro le dejó tareas a Mockus, y éste a Peñaloza, y así sigue, con Samuel acabando lo que otros empezaron. Lo mismo dicen los nariñenses, y en especial los pastusos, que son otros después de Navarro y de Parmenio Cuéllar, que sienten la ciudad más suya y que les duele verla fea, sucia. De Neiva se puede decir que se ha transformado, que hay más cemento, menos zonas verdes, pero el ser huilense, el neivano, sigue sin transformarse, sin asumir como propios los cambios del lugar en el que vive. Nuestros gobernantes quieren pegar el primer ladrillo de la obra y cortar la cinta de la inauguración. No piensan tanto en la ciudad, en programas a gran escala, sino en sembrar placas en monumentos sin sentido, diseñados casi siempre para pagar costosos favores políticos. Pero el trabajo espiritual, el de base, no se ha hecho. Cuando tengamos gobernantes cultos, conscientes de lo importante que es el trabajo espiritual de un pueblo, quizás los neivanos cambiemos. Mientras tanto pongamos más placas, sigamos cortando más cintas. En el fondo Neiva seguirá igual.

jueves, 7 de agosto de 2008

Un sueño imposible

Betuel Bonilla Rojas
Borges pronosticaba que algún día mereceremos que no haya gobiernos. Y esto, aunque es cada vez más lejano, se hace más necesario. Y es que produce rabia, o risa, saber lo que ocurre con nuestros políticos gobernantes. Hay por ejemplo, como de caricatura, concejales que dan grima, que viéndolos de cerca se nota a leguas que deben logros de la primaria. Hay diputados que parecen haber sido extraídos, por lo cínicos, de eso que el propio Borges llamó la “Historia universal de la infamia”. Hay secretarios de despacho puestos en sus cargos a ganar sueldos, casi sin hacer nada, manipulados a su antojo por funcionarios mañosos y plagados de vicios. Y eso, lo sabemos, es impuesto por quienes pagan las campañas. Hay alcaldes que todas las noches tienen pesadillas con monstruos que los amenazan para que devuelvan rápido lo invertido por otros. Cuando se despiertan la deuda sigue creciendo. Hay gobernadores que llegan a su despacho, desconcertados, sin saber qué es eso de gobernar a un departamento. Estamos en sus manos, cada día más apabullados, y parece que Borges no tendrá la razón. De todas maneras en mis sueños los políticos siempre lloran, devuelven lo que se roban, aunque las noticias, al despertar, me recuerdan que eso no parece posible. Pero los políticos no pueden impedirme que siga soñando.

sábado, 2 de agosto de 2008

La telenovela del sampedro

Betuel Bonilla rojas
Parece que después de la tempestad siempre llega la calma. Luego del simpático debate entre liberales y conservadores, entre quienes tienen contratos y quienes no los tienen, entre amantes de rumba con vallenatos o amantes de bailar ocho horas al son del rajaleñas, el sensacionalismo mediático paró en seco. Quedaron claras, eso sí, varias cosas: en materia política la última palabra no la tienen los medios, como se cree, o ciertos funcionarios que intrigan y creen sabérselas todas, o las estadísticas lanzadas con tono veintejuliero por un diputado gritón, sino el Gobernador. Él, finalmente, para bien o para mal, dice quién se va y quién se queda en su gabinete. También quedó claro que los medios impresos, enseñados a parcializarse en favor de un sector, asumieron equivocadamente la voz de una corporación teatral que no hace teatro como voceros del sector cultural y se equivocaron. Ese periodismo fácil, que no confronta fuentes y que no va más allá de los datos malintencionados de dos personas, desinforma a la opinión pública y crea una cortina de humo en torno a la realidad de los hechos. Quedo claro, también, que si no se definen políticas culturales a largo plazo, integradoras y con convocatorias públicas, todos los años, tan pronto pase la resaca del Sanpedro, tendremos a los mismos sujetos, quién sabe si en el mismo bando, discutiendo con ingenua profundidad si es mejor Villamil que Cabas, o si una tarima vale más en Neiva que afuera. Puros distractores, asuntillos para entretener público de telenovelas.

sábado, 26 de julio de 2008

Con Daniel Samper Ospina y Sergio Andrés Bonilla, en Bogotá, 2008


El juego del control político

Betuel Bonilla Rojas
Ayer presencié uno de los espectáculos más divertidos de mi vida. Un diputado, Aurelio Navarro, jugaba a parecer serio y a hacer oposición por el simple disfrute de ser incómodo. Ni él mismo se creía eso de que los datos los había sacado de la nada, que se debían a su perfil de diputado sabueso. Eran cifras que de tan alarmantes parecían una más de las burlas e impunidades de la política. Es un chiste eso del control político, esos cubículos que simulan albergar niños aplicados. Creo que no le interesaba que se supieran verdades, sino que el pájaro sintiera un disparo de cauchera y le dejara caer un granito de arroz. Del otro lado, con chistes de pésimo buen humor, un diputado más pequeñito, conservador él, defendía a grito limpio cosas que se caían de su peso. Se notaba su esfuerzo por parecer legible e inteligente. Tenía un sonsonete de vendedor de chontaduros. En medio los otros diputados, con una incontinencia tan grave que los hacía ir al baño cada rato. Parecían compungidos con las cifras y todos juraban defender el honor de la Asamblea, el dinero de los contribuyentes. Y en medio de la furrusca irrumpía el grito de un sujeto al que llamaban Candonga, de bigotito cantinflesco y voz llorona. Decía sólo pendejadas pero todos los asistentes se reían, de tan aburridos que estaban. Hubo voces con el Presidente de la Asamblea y ganó la buena educación, la supuesta cordura. No sé en qué paró el asunto. Entendí que allí, entre risas y bravuras teatrales, el pueblo se reía, y después lloraba.

Con Juan José Millás, en Cartagena, 2007


martes, 15 de julio de 2008

Identidad y nacionalismo

Betuel Bonilla Rojas
Oír hablar de identidad, neivanidad y huilensidad me produce escozor. De ahí al nacionalismo queda muy poco, un paso para pensar como Hitler. Eso está bien para que profesores de la Usco, que estudiaron en Europa y no se graduaron, o que consiguen mujer en la universidad pública anualmente, distraigan la atención de sus procesos disciplinarios y penales, o para periodistas que con dichas categorías caprichosas jalonan contratos y opinan en La Nación si no se los dan, o para diputados que hablan del tema como presión para buscar cuotas políticas, o para líderes femeninas que disertan con orgullo de La Gaitana y se ponen lentes de contacto azules para parecer foráneas. Si algo nos caracteriza es ser mestizos, ser la mezcla de la mezcla, ser étnica y culturalmente impuros, variados, y esa es nuestra riqueza. Lo otro, la defensa del folclor huilense, que no es tan huilense, o del tamal, que no es huilense, o de la lechona, que tampoco es huilense, o del Mohán, que es de todo el río Magdalena, es puro patriotismo barato, es turismo de medio pelo, es ganas de fomentar un nacionalismo torpe y peligroso. Creo que es más pertinente culturalmente saber qué se va a hacer con el dinero de la estampilla procultura, o para dónde van en realidad nuestras fiestas, o hasta cuándo vamos a permitir que los alcaldes experimenten con nuestra ciudad y nuestros impuestos. Eso sí vale la pena.

jueves, 10 de julio de 2008

Taller con el Banco de la República al Colegio Departamental


Manipilación y censura

Betuel Bonilla Rojas
En alguna ocasión el intelectual peruano Manuel González Prada se refirió al pacto infame de hablar a media voz. Y esto, vuelto sospechosa realidad ideológica, es lo que hacen nuestros periódicos locales. Primero nos dicen que nuestras columnas de opinión exceden el formato, el número de palabras, y las cortan. Luego son más agresivos y suprimen párrafos enteros, ésos que no les convienen a los intereses económicos de gamonales y políticos, sus amigos. Luego terminan por decirle al columnista, con muy buena educación, que hubo reestructuración y que sus columnas ya no van más. Les da miedo sostenerle que prefieren que hable de pajaritos de colores, o de gusanos de seda. Por eufemismo o por hipérbole nos ocultan o enfatizan información nuestros medios. Y eso es manipulación, es silenciar la crítica, es aplicarle censura a un espacio de por sí politizado. Eso hizo La Nación cuando se cuestionó el pasado poco grato de Géchem, o la ineficiencia de una funcionaria del gabinete municipal. Me silenciaron, prefirieron seguir diciéndoles mentiras a sus lectores.

Nóminas paralelas

Betuel Bonilla Rojas

El Sanpedro, entre sanjuaneros, ponchos y asado, trae muchas cosas consigo: algunas, buenas; otras, la mayoría, no tan buenas. Y de estas últimas las peores son las llamadas oficinas del Festival, tanto las del orden municipal como las del departamental. Al menos treinta personas integran esta nómina paralela de figurines que saltan a la escena pública desde mayo y se vuelven a esconder en julio, luego del fragor del carnaval y de haber cobrado unos buenos pesos por viajar a toda hora sin hacer gestión alguna. Para nadie es un secreto que estas oficinas conforman la más clara muestra de clientelismo, de pago de favores electorales y de cuota de los distintos partidos que reparten dádivas por doquier a quienes invirtieron en las campañas. De esta manera las oficinas del Festival alojan apellidos que son comunes desde las pancartas electoreras. Y esto no sería tan reprochable si tales personajes gestionaran con la empresa privada para que los gastos del carnaval no fueran asumidos sólo por los entes oficiales. Bastante se beneficia el sector privado como para que le saquen el cuerpo a los compromisos. No importa cuántos ni quiénes sean los de esa nómina, pero que gestionen, que se ganen bien ganada la platica.

martes, 8 de julio de 2008

Jóvenes, a dormir temprano

Betuel Bonilla Rojas

Si un hijo mío anda en la calle, no importa la hora, es responsabilidad de él y de quienes estamos a su cargo. Si el muchacho es lo que llamamos juicioso, sabemos que sin fijarnos en la hora estará haciendo lo socialmente correcto, que no estará lesionando a nadie, en especial a él mismo. Por eso son nuestros hijos y confiamos en ellos. Si, por el contrario, es un hijo calavera, de ésos que desbordan nuestro control, poco o nada podemos hacer si queremos amarrarlo a la pata de la cama. Quizás sólo el diálogo familiar y un especial cariño logren rescatarlo, y eso es un asunto íntimo. Por eso me parece injusto, arbitrario y abusivo que un gobierno, cualquiera que éste sea, se arrogue el derecho de determinar a qué hora deben ir a dormir los jóvenes, que los obliguen a refugiarse en sus casas como si eso garantizara una mejor persona, una mejor ciudad y un mejor gobierno. Cuando un gobernante no tiene nada inteligente qué hacer se dedica a copiar decretos y normas sin siquiera analizarlos. Esto, apoyado en las fuerzas del orden, que para reprimir son expertas. El toque de queda a menores de edad es un claro ejemplo de un fascismo sin conocimiento de causa. Si de verdad quieren ayudar a los jóvenes provéanlos de espacios, pongan a funcionar las casas de la cultura y los escenarios deportivos, hagan nuevos sitios en los que los jóvenes puedan saciar toda su energía. Los que deben acostarse temprano son los abuelitos, y los gobernantes que no pueden con sus culpas.

Recital del Taller José Eustasio Rivera, Festicrearte, Junio de 2008


¿Cultura popular o populismo?

Betuel Bonilla Rojas


Antropólogos, sociólogos y estudiosos de la cultura nos hicieron un mal favor, nos convirtieron todos los actos humanos, los sublimes y los más aberrantes, en una cosa amorfa llamada cultura. Y quienes están en el gobierno cogen estas ideas como caballito de batalla para no tener que pensar, para ni siquiera tener que preguntarse qué es, en serio, cultura. Claro, eso de firmar contratos quita mucho tiempo, y más si es en la Alcaldía. “Pan y circo”, ha pedido desde siempre el pueblo. Y eso son los tales “encuentros culturales” de la Dirección de Cultura Municipal. Ahora resulta que cuatro zanqueros pintados de cualquier manera son una réplica del teatro clásico griego, o que un borracho eructando frente a varios comensales es un digno ejemplo de glamour, o simplemente es otro tipo de cultura. Y eso los medios impresos lo celebran como diversidad en página central. Una directora cultural reúne a cuatro muchachitas con cara de recién levantadas, les pone pañoletas, las viste de colores, les toma una foto que aparece en los medios y ha quedado listo el circo. Luego les da algo de pan y la faena ha salido redonda. El alcalde la felicita y el pueblo queda contento, listo para otro espectáculo de poca monta. Si eso es cultura, yo prefiero seguir siendo inculto.

Bendiciones a la infamia

Betuel Bonilla Rojas

Que va a estar muy bonita la inauguración de la Plaza de Toros en el campestre, oí decir a una mujer que quería ser rubia y joven a las malas. Que en el colmo de la dicha irá el obispo, le oí agregar. Entonces pensé en todas las brutalidades que eso trae consigo. Pensé que la cultura taurina aquí en el Huila llega a tal nivel, con tanto levantado tirándoselas de madrileño o de capitalino, que los asistentes a duras penas podrían diferenciar entre un novillo y un marrano. Pensé también en un sujeto, vestido de travesti, jugando a ser hombre porque domina con espada un toro indefenso. Pero también pensé que curas y obispos se prestan para todo, para bendecir las balas y para echarle agua bendita a un sitio en el que se sacrifican unos pobres animalitos, para que otros animales, que se dicen racionales, saquen a relucir sus vanidades y se emborrachen sin entender por qué a eso lo llaman arte. Es decir que estos nobles curitas, en lugar de estar cantándole a la vida o ayudándole a los necesitados, se levantan la bata y se solazan con un espectáculo que no debe llamarse la fiesta brava, sino la infamia bendecida. Comparto plenamente lo que dice Daniel Samper Ospina, que si el toreo es un arte, el canibalismo es gastronomía.

¿Y la opinión pública?

Betuel Bonilla Rojas

El periodismo sin opinión pública y sin investigación es mero simulacro, ejercicio de llenar muchas páginas sin sustancia. Le quedan entonces dos caminos: o el cubrimiento como gran noticia de cuanto certamen de medio pelo hay, tipo reinado de la guayaba, o de la mazamorra, o, lo más grave, lanzar loas permanentes a los gobernantes de turno. Y esto es lo que viene ocurriendo con los dos principales periódicos huilenses. Quedaron en manos, qué peligro, de un solo dueño. Es decir que quien atente contra los políticos que pagan pautas y adjudican contratos es anulado. Es decir que sólo están permitidas las opiniones generales, las que hablan de la constelación de Andrómeda, o de los teóricos de la cultura. O aquellas que aplauden las picardías de políticos y gamonales. O, a lo sumo, cuando de hacer gavilla se trata, de ésas opiniones coyunturales en las que los periodistas, cansados de no obtener contratos de algún funcionario, se unen para afectarle la imagen a porrazos. Y esto, reitero, es muy peligroso. Como lectores no nos queda más recurso que la opinión sesgada, o esa otra que mira sólo hacia el propio ombligo. Y la verdadera opinión, la que escarba en los aberrantes casos que tanto se dan en Neiva y el Huila, desaparece, de la misma manera mágica en que desaparecen los dineros públicos.

¿De quién son los indigentes?

Betuel Bonilla Rojas

Hace rato me vengo preguntando de quién es la responsabilidad de tanto indigente deambulando por las calles de Neiva, destapando basuras, regándolas y poniendo en aprietos la seguridad de los transeúntes. En un primer caso, los indigentes proliferan porque los indicadores de droga en el Huila son tan graves, que muchos consumidores se desadaptan y dejan de ser un problema sólo para ellos y se convierten en un problema para la sociedad. En este caso los responsables son las autoridades departamentales y municipales, que ni hacen campañas preventivas, ni sellan de una vez por todas las ollas de expendio, que todos sabemos en dónde quedan. En un segundo caso, todos lo murmuran pero nadie lo afirma, el número es grande porque muchos indigentes llegan, o son traídos de otras partes. Se vuelven huilenses porque aquí les dan comida, peluqueada y algunas moneditas para que reabastezcan sus provisiones de droga. Muchos de ellos afirman que Neiva es el paraíso para dar rienda suelta a sus delirios. En este segundo caso, también las mismas autoridades son responsables por hacerse los de la vista gorda ante este tráfico de seres humanos entre ciudades. Uno quisiera tener gobernantes que salgan a la calle y se den cuenta de lo que le ocurre a los ciudadanos, a su ciudad, a sus calles, a quienes votaron por ellos. Pero no, casi siempre, tan mal como hablan piensan, y actúan.