Betuel Bonilla rojas
Parece que después de la tempestad siempre llega la calma. Luego del simpático debate entre liberales y conservadores, entre quienes tienen contratos y quienes no los tienen, entre amantes de rumba con vallenatos o amantes de bailar ocho horas al son del rajaleñas, el sensacionalismo mediático paró en seco. Quedaron claras, eso sí, varias cosas: en materia política la última palabra no la tienen los medios, como se cree, o ciertos funcionarios que intrigan y creen sabérselas todas, o las estadísticas lanzadas con tono veintejuliero por un diputado gritón, sino el Gobernador. Él, finalmente, para bien o para mal, dice quién se va y quién se queda en su gabinete. También quedó claro que los medios impresos, enseñados a parcializarse en favor de un sector, asumieron equivocadamente la voz de una corporación teatral que no hace teatro como voceros del sector cultural y se equivocaron. Ese periodismo fácil, que no confronta fuentes y que no va más allá de los datos malintencionados de dos personas, desinforma a la opinión pública y crea una cortina de humo en torno a la realidad de los hechos. Quedo claro, también, que si no se definen políticas culturales a largo plazo, integradoras y con convocatorias públicas, todos los años, tan pronto pase la resaca del Sanpedro, tendremos a los mismos sujetos, quién sabe si en el mismo bando, discutiendo con ingenua profundidad si es mejor Villamil que Cabas, o si una tarima vale más en Neiva que afuera. Puros distractores, asuntillos para entretener público de telenovelas.
Parece que después de la tempestad siempre llega la calma. Luego del simpático debate entre liberales y conservadores, entre quienes tienen contratos y quienes no los tienen, entre amantes de rumba con vallenatos o amantes de bailar ocho horas al son del rajaleñas, el sensacionalismo mediático paró en seco. Quedaron claras, eso sí, varias cosas: en materia política la última palabra no la tienen los medios, como se cree, o ciertos funcionarios que intrigan y creen sabérselas todas, o las estadísticas lanzadas con tono veintejuliero por un diputado gritón, sino el Gobernador. Él, finalmente, para bien o para mal, dice quién se va y quién se queda en su gabinete. También quedó claro que los medios impresos, enseñados a parcializarse en favor de un sector, asumieron equivocadamente la voz de una corporación teatral que no hace teatro como voceros del sector cultural y se equivocaron. Ese periodismo fácil, que no confronta fuentes y que no va más allá de los datos malintencionados de dos personas, desinforma a la opinión pública y crea una cortina de humo en torno a la realidad de los hechos. Quedo claro, también, que si no se definen políticas culturales a largo plazo, integradoras y con convocatorias públicas, todos los años, tan pronto pase la resaca del Sanpedro, tendremos a los mismos sujetos, quién sabe si en el mismo bando, discutiendo con ingenua profundidad si es mejor Villamil que Cabas, o si una tarima vale más en Neiva que afuera. Puros distractores, asuntillos para entretener público de telenovelas.
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