sábado, 2 de agosto de 2008

La telenovela del sampedro

Betuel Bonilla rojas
Parece que después de la tempestad siempre llega la calma. Luego del simpático debate entre liberales y conservadores, entre quienes tienen contratos y quienes no los tienen, entre amantes de rumba con vallenatos o amantes de bailar ocho horas al son del rajaleñas, el sensacionalismo mediático paró en seco. Quedaron claras, eso sí, varias cosas: en materia política la última palabra no la tienen los medios, como se cree, o ciertos funcionarios que intrigan y creen sabérselas todas, o las estadísticas lanzadas con tono veintejuliero por un diputado gritón, sino el Gobernador. Él, finalmente, para bien o para mal, dice quién se va y quién se queda en su gabinete. También quedó claro que los medios impresos, enseñados a parcializarse en favor de un sector, asumieron equivocadamente la voz de una corporación teatral que no hace teatro como voceros del sector cultural y se equivocaron. Ese periodismo fácil, que no confronta fuentes y que no va más allá de los datos malintencionados de dos personas, desinforma a la opinión pública y crea una cortina de humo en torno a la realidad de los hechos. Quedo claro, también, que si no se definen políticas culturales a largo plazo, integradoras y con convocatorias públicas, todos los años, tan pronto pase la resaca del Sanpedro, tendremos a los mismos sujetos, quién sabe si en el mismo bando, discutiendo con ingenua profundidad si es mejor Villamil que Cabas, o si una tarima vale más en Neiva que afuera. Puros distractores, asuntillos para entretener público de telenovelas.

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