martes, 24 de noviembre de 2009

Tectónica

Betuel Bonilla Rojas
Mi hijo tiene 14 años y baila tectónica. Él es apenas uno entre cientos, quizás miles, de jóvenes neivanos a los que atrae esa música delirante y esos pasos pintorescos que uno no entiende pero que disfruta desde la distancia. Supongo que su fervor es parecido al que nosotros experimentamos oyendo al grupo Menudo, o bailando el rock and roll de Presley y Travolta. El pecado de estos jóvenes es similar a los nuestros cuando teníamos su edad. No obstante, por sólo bailar, por sólo usar pantalones de colores, ya portan con el estigma de personas y grupos intolerantes. Baste mencionar, por ejemplo, la manera ultrajante y desmedida con la que son tratados por los celadores del Centro Comercial San Pedro Plaza. Ellos dicen que reciben órdenes de la Administración, y yo les creo. Supongo que los vigilantes también bailaron boleros, también se entusiasmaron con la canción y el peinado de moda. Creo, en cambio, que la Administradora de dicho Centro Comercial, Cielo Ortiz, olvidó sus años mozos, que sus nostalgias vienen de tan lejos que ahora le repugna ver la euforia de la juventud en los demás. Eso es fascismo puro, exclusión injustificada, atropello contra los otros.

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