miércoles, 17 de junio de 2009

Nuestras fiestas

Por: Betuel Bonilla Rojas
Muchas personas han querido ver en nuestras fiestas, nuestras porque en ellas nos gastamos todo el presupuesto cultural y porque los borrachos pasan su guayabo aquí, nada menos que la estampa de un carnaval. Y qué lejos estamos de esto. En los carnavales los enrumbados suelen portar máscaras que diluyen las diferencias, que acortan las brechas entre las clases sociales. En los carnavales todos son pueblo, los ricos y los pobres, los de alpargatas y los de ruana, y en esa verbena reina el irrespeto, la poca cordura, la irreverencia. Nuestras fiestas, por el contrario, son solemnes, desiguales hasta el extremo, reproducen exactamente las diferencias, separan a los que beben whisky de los que se embriagan con chicha. ¿Por qué será que casi nunca gana la reina que el pueblo considera debe ganar? O El pueblo tiene muy mal ojo, lo cual no creo, o para ser reina se necesita una varita mágica de los de ruana. Si esto fuera un carnaval podríamos, aunque fuera escondidos tras una máscara, cobrarles a los políticos sus tantas fechorías.

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